Antes de volver a morderse las uñas, piense que todos los gérmenes que se han ido acumulando bajo las mismas irán a parar a su boca. Comerse las uñas entraña un riesgo alto de infección en la boca. Las bacterias, virus y hongos circulan por nuestras manos y uñas y si nos las llevamos a la boca estaremos creando un puente perfecto para aftas y herpes.
Las uñas son duras y un golpeo constante entre dientes al morder las uñas desgasta el esmalte y, por tanto, puede aumentar la sensibilidad dental. Además, este gesto tan repetitivo puede provocar maloclusiones. En caso de que tengamos restauraciones o carillas de composite o porcelana en los incisivos superiores e inferiores, podríamos ocasionarles desperfectos.